¿Fermentados? Sí, fermentados

Los productos fermentados son esos alimentos que contienen microorganismos vivos o probióticos, que es lo mismo que decir que son aquellos que nos ayudan a mantener una flora intestinal sana.

Cada día escuchamos más hablar de la flora intestinal o microbiota y es que hoy, gracias a la ciencia, sabemos que en esta radica la parte central de nuestra salud. Como dato te diré que el 70% de las células inmunitarias residen en nuestro intestino, por lo que una flora intestinal sana y variada significa un estado más saludable. 

Pero empecemos por el principio, ¿qué es exactamente la microbiota?

La microbiota intestinal es el conjunto de microorganismos, entre ellos, bacterias, arqueas, eucariotes, hongos y virus que se encuentran en nuestro tracto intestinal.

Sabemos de su existencia desde el siglo XIX cuando se pensaba que las bacterias eran únicamente patógenas y las causantes de que enfermásemos.

Los gérmenes son los causantes de las enfermedades más infecciosas a las que se ha enfrentado el ser humano como el cólera, la tuberculosis o la meningitis bacteriana. Sin embargo, desde el punto de vista científico, no se comenzó a investigar la otra parte de las bacterias que nos habitan hasta principios del siglo XX cuando el científico Arthur Kendall señaló en una importante revista “el hombre tiene una población bacteriana habitando en su tracto digestivo”.

La microbiota intestinal de una persona se compone de más de 100 billones de microorganismos y pesa alrededor de 200 g. Hay de 150 a 200 veces más genes en la microbiota de un individuo que en el conjunto de sus células.

El genoma humano contiene más de 23.000 genes, mientras que nuestro microbioma se compone de más de tres millones de genes que producen millares de metabolitos. Por lo tanto, podemos decir que nuestros genes son microbianos en más del 99%.

No existen dos microbiotas iguales

La microbiota además depende de distintos factores y hoy en día podemos afirmar que no hay dos microbiotas iguales. Los factores que más influyen en el cambio de la flora intestinal, y sobre los  que podemos actuar, son:

  • nacimiento y lactancia: si hemos nacido con parto natural o por cesárea y más tarde cómo hemos sido alimentados, si con leche materna, leche de fórmula y durante cuánto tiempo.
  • Alimentación: los hábitos alimentarios en nuestra infancia y edad adulta. Ingerir más o menos alimentos refinados o verduras pueden suponer un cambio sustancial en cómo se desarrolla nuestra microbiota.
  • Estilo de vida: estrés, realización de actividad física, vida en una zona rural o en ciudad
  • Aumento de peso: se sabe que las personas con obesidad tienen una microbiota diferente de las personas que no. Lo que aún no está claro es qué fue antes, si una modificación de la microbiota llevó a un aumento de peso o si el aumento de peso desencadena en un cambio en la microbiota de la persona.

La relación de la microbiota con nuestra salud

Como te decía al principio, la microbiota está estrechamente relacionada con nuestro sistema inmunitario. El 70% del sistema inmune depende de la microbiota. Y este, a la vez, es el encargado de hacernos no enfermar y que mantengamos una salud de hierro protegiendo al organismo de sustancias agresoras como bacterias, virus, hongos, sustancias químicas o metales pesados.

Podemos afirmar que la relación que la microbiota tiene con nuestro organismo es prácticamente simbiótica: nosotros les ofrecemos un lugar donde vivir y a cambio ellas nos protegen frente a patógenos y enfermedades.

Por otra parte, las bacterias también interactúan a la hora ayudarnos a digerir o a metabolizar lo que ingerimos.

Por si esto no fuera suficiente, sabemos desde hace relativamente pocos años que la microbiota también infiere en nuestro estado de ánimo. Por ejemplo, la hormona de la serotonina, la también llamada hormona de la felicidad y la encargada de modular nuestra sensación de bienestar, se modula en el intestino. Este hecho lo podemos relacionar con lo que llamamos conexión o eje intestino-cerebro.

En los últimos años se ha puesto en relieve el papel bi-direccional entre la microbiota y el sistema nervioso central y concluye que existe una relación entre nuestro estado de ánimo y el estado de nuestra microbiota. Aunque aún es pronto para nombrar estudios concluyentes, sabemos que la continuidad del estudio de esta rama nos va a llevar a poder esclarecer muchas incógnitas en cuanto a los trastornos de tipo neurológicos como pueden ser el Alzheimer, Parkinson, autismo o esclerosis múltiple.

Cómo proteger nuestra microbiota

Está claro que una de las formas de modificar, ya sea para bien o para mal, el número de bichitos que vive en nuestro intestino es a través de la dieta. Por eso, cada vez más expertos recomiendan que prestemos atención a lo que ingerimos y que introduzcamos alimentos probióticos como probióticos en nuestra dieta.

Para una microbiota sana

Si quieres que tu microbiota no te deje atrás, sigue estos consejos y crea pequeños hábitos:

  • Incluye alimentos probióticos en tu dieta. Un ejemplo de los probióticos son los alimentos fermentados que son aquellos que contienen microorganismos vivos. Ejemplos de alimentos fermentados son kombucha, kéfir, chucrut, yogur, kimchi.
  • Incluye alimentos prebióticos en tu dieta. Los prebióticos son esas fibras no solubles que sirven de alimento a las propias bacterias de nuestra flora. Estos son necesarios para el mantenimiento de una flora sana y diversa.
  • Realiza ejercicio de forma regular
  • Medita o realiza pausas conscientes en tu día a día.